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Fuente: prensa de la presidencia de la república

Señora presidenta:

Publicado: 2023-01-23

El Perú es un país fracturado. Aunque sea duro reconocerlo, entre peruanos existe un abismo insondable que se expande producto de la desigualdad y las carencias que rodean a un gran segmento de la población. Sin embargo, su gobierno no supo reconocer esta brecha interna, ni mucho menos sobrellevarla en tiempos de crisis. Usted, señora Boluarte, ha ahondado aún más este abismo, acrecentando el dolor y reviviendo en la memoria las épocas más infames de nuestra historia.

Cuando asumió el poder, los peruanos deseábamos un gobierno de transición que garantizara el adelanto de elecciones. Pedro Castillo representó incapacidad y corrupción, pero este Congreso —plagado de “niños”, “fraudistas” y mercenarios políticos— también estaba caduco y por eso tenía la más alta desaprobación. La mayoría exigía que se vayan todos porque el problema de ingobernabilidad en el país provino tanto del Ejecutivo como del Legislativo. ¿Qué hizo usted? En su primer Mensaje a la Nación, sentenció que se quedaría hasta el 2026 y pidió a ese mismo Legislativo una “tregua” para (co)gobernar. Primer gran error.

Su falta de lectura política, o quizá su ambición de poder, generó un clima propicio para el descontento ciudadano y para el vil aprovechamiento de quienes perdieron ese poder con la estrepitosa salida de Castillo. Las protestas se iniciaron entre ciudadanos indignados y azuzadores políticos. Lamentablemente, a los pocos días fallecieron dos jóvenes, entre ellos un menor de edad. Estas fueron las primeras vidas que, con tristeza, vimos partir tras el estallido social.

Nuevamente, ¿qué hizo usted? Se limitó a presentar un proyecto de adelanto de elecciones para abril del 2024, que quedó en manos de congresistas que no han tenido vergüenza alguna en dilatar su aprobación. En ese momento se necesitaba una adecuada gestión de la crisis mediante mecanismos de diálogo y acercamiento con quienes legítimamente protestaban, pero en su lugar se impuso el uso excesivo de la fuerza. Y usted, lejos de hacer autocrítica, decidió ascender como premier a su ministro de Defensa, principal responsable político de las muertes acontecidas. Otro error más.

Como era predecible, la indignación y protestas se incrementaron. Está claro que entre los manifestantes existen grupos vandálicos que siembran el caos y que han cometido actos execrables como el bloqueo de ambulancias. Sin embargo, era su deber, señora Boluarte, diferenciarlos de quienes legítimamente protestan y proceder con su detención. Su gobierno cayó en la generalización y el terruqueo de los protestantes, quienes han sido tratados como ciudadanos de segunda clase: aquellos cuyas vidas parecen desechables. Un error criminal.

La represión ejercida por las fuerzas del orden cobró 27 vidas en 10 días de protestas. Una cifra alarmante. Aun así, nadie asumió la responsabilidad política por esas muertes. Su premier, con el aval suyo, se atrevió a pedir una cuestión de confianza que el Congreso no dudo en aprobar. A estas alturas, su “tregua” con el Legislativo más parecía un acuerdo tácito para quedarse todos ¿Qué mensaje dejó esto en los protestantes? Uno de desprecio por la vida: tal parece que la sangre derramada no importa cuando quienes mueren son comuneros, “cholos” o gente humilde.

El 9 de enero, en Puno murieron 17 civiles y un policía en un solo día. Fue desgarrador. La suma de fallecidos ascendió a 45 y su gobierno siguió sin asumir responsabilidad política por el abuso de la fuerza contra los manifestantes. La sensación de impunidad era ya desoladora. Atrás quedó aquella candidata que lloraba por los dos jóvenes que perdieron la vida protestando contra el gobierno de Merino. Ahora, en el poder, las muertes de nuestros compatriotas no valían lo mismo. Por eso sus lamentos y condolencias se percibían falsos.

Los manifestantes en regiones, sintiéndose despreciados y burlados, llevaron la protesta a Lima. Pero en lugar de instaurar el diálogo, al que tanto hace alusión en sus mensajes, ha continuado reprimiéndolos abusivamente. A tal punto ha llegado la desconexión de su gobierno, que la inmaculada Policía, como usted la llama, ingresó a San Marcos con brutalidad, derrumbando la puerta con una tanqueta, arrestando a estudiantes y protestantes sin el debido proceso, y violando derechos humanos. El mensaje, aquí, ya era claro: usted había renunciado a hacer política, y se iba a aferrar al poder a través de la fuerza.

En los 47 días de su gobierno, 60 peruanos han fallecido. Varios menores de edad y otros ni siquiera eran protestantes como la joven animalista o el médico que fue acribillado mientras salvaba vidas. El trato que han recibido los protestantes ha sido humillante. Son ciudadanos heridos, vejados, que han dejado sus trabajos y a sus familias para protestar en una ciudad que no esconde su racismo. ¿Qué espera, entonces, señora presidenta? ¿Cómo pretende generar puentes de diálogo después de todo lo ocurrido? Ha tenido tantas oportunidades y todas han sido desperdiciadas. Ha cometido error tras error, demostrando que su más grande debilidad es la incapacidad para dialogar.

Señora presidenta, usted que se aferraba a su puesto como funcionaria pública bajo la excusa que su cargo político como vicepresidenta podría ser efímero, recuerde que todo poder excesivo dura poco. El poder es también una efímera ilusión. Hoy la mayoría de peruanos exigimos su renuncia porque su permanencia pone en riesgo el bien más valioso de nuestra sociedad: la vida. Y eso es inadmisible en una democracia.


Escrito por

Narescka Culqui Martínez

Abogada y política.


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