Mientras el país luce abatido por los efectos de la pandemia, el Congreso no pierde el tiempo y aprovecha la difusión de los audios del presidente Vizcarra por el caso Richard Swing, para impulsar ágilmente una vacancia express y así hacerse del poder en resguardo de intereses que más parecen personales antes que de la colectividad entera representada por la Nación.  

¿Es cuestionable el actuar del Presidente? Por supuesto que sí. No cabe duda de ello. Lo que escuchamos en los audios linda con un escenario de encubrimiento y posible delictuosidad que debe ser investigado y, de hallarse culpabilidad, Vizcarra tendrá que asumir su responsabilidad. Sin embargo, ¿este destape es razón suficiente para postular una vacancia?

Desde un análisis mesurado de las cosas, que ha pasado por alto el Congreso, la vacancia no resulta ser la mejor opción. Las decisiones políticas influyen en la vida de cada ciudadano y ciudadana, más aún cuando afrontamos la peor crisis de los últimos tiempos. Por eso, debemos preguntarnos ¿cuán prudente es una vacancia en estos momentos? No es poca cosa quedarnos sin Presidente, así estemos en desacuerdo con su gestión y muchas de sus medidas.

La decisión que se tome tiene que ser la menos gravosa y desestabilizadora para el país, y no la más conveniente para los intereses de determinado segmento político. La democracia no se negocia, y menos todavía, para centralizar el poder en un Congreso en el que solo confía el 8% de la población.

Para tomar una decisión en medio de esta coyuntura, tendría que considerarse dos factores que marcan la pauta. Esto es: (i) la pandemia que nos golpea a diario, y (ii) los pocos meses que quedan para que el Presidente termine su mandato. Bajo ese panorama, lo más razonable es continuar con las investigaciones, resguardar la evidencia y, una vez finalizado el mandato del Presidente, realizar la acusación respectiva para que Vizcarra compadezca ante la justicia.

Hay que dejar en claro que de ninguna manera avalamos con esto la impunidad. Pero, frente al contexto que estamos viviendo, tenemos que optar por una decisión prudente para evitar la desestabilización de nuestro país. Sobre todo, cuando la vacancia implica dejar las riendas del Estado en manos de congresistas cuyo proceder es altamente cuestionable.

Recordemos que este Congreso fue nombrado para completar un periodo y trabajar por el país, no para hacerse del poder a través de una vacancia que más parece un golpe de estado encubierto. Además de que un rápido escaneo de las figuras parlamentarias, las graves denuncias en su contra y sus últimas decisiones populistas, avizoran un cataclismo incontrolable y el fin de la reforma política por la que justamente los elegimos.